Seguramente tengas un amigo, compañera de trabajo o familiar al que le es imposible dejar de consultar el celular cada dos minutos o desbloquearlo para ver si tiene una nueva notificación de Instagram.
¿Por qué sucede esto? ¿Cómo es que cada vez somos más adictos al celular?
Hay una explicación y diferentes teóricos y economistas lo llaman “la economía de la atención”.
El concepto de economía de la atención aparece por primera vez en 1969 de la mano de un economista llamado Herbert Simon. Él afirma que la creciente abundancia de información genera . Es decir que a mayor información disponible en nuestro alrededor, aumenta el valor que se le da a nuestra atención. Cuando internet se vuelve masivo, la noción de economía de la atención aparece como una categoría central para el análisis económico actual.
En este nuevo contexto tecnológico global, la atención humana produce valor, y por ende el capitalismo comienza a explorarlo para maximizar la ganancia.
Cada vez que revisamos nuestro Instagram o realizamos una búsqueda en Google, estamos trabajando para estas empresas, quienes capitalizan nuestra atención, convirtiéndola en una mercancía y comercializándola.
¿Y esto qué genera? Genera que seamos menos felices y menos productivos que nunca, porque nos convertimos en unos verdaderos adictos a revisar nuestro celular.
La economía de la atención nos roba horas de sueño, de descanso, de vida social y de amor. Y no solo eso, también gana dinero consiguiendo nuestra atención.
Es un modelo de negocio y depende directamente de que instalemos aplicaciones como Instagram, Twitter, YouTube o Tinder. Puede ser que sea a través de nuestro teléfono móvil o nuestro smart tv y la economía de la atención quiere que las usemos el mayor tiempo posible, porque así estás generando datos que les hacen ganar dinero a dichas empresas. Cuanto más atención dedicamos a una aplicación, más datos generamos y más valioso es el banco de datos del que son dueñas esas grandes empresas.
¿Y cómo hacen para que estemos siempre conectados?
Netflix, por ejemplo, tiene muchos recursos para lograr que en vez de ver un capítulo a la semana, como hacíamos antes, veamos toda la temporada en una maratón. Su propio sistema de vigilancia sabe cuánto tiempo pasamos viéndola, dónde la paramos para ir al baño o preparar la cena y cuántos episodios somos capaces de ver antes de quedarnos dormidos. Eso les ayuda a refinar su interfaz.
Otro recurso es el diseño de las aplicaciones, por ejemplo el scrolling infinito, a través del cual tenemos la posibilidad de seguir viendo nueva información sin límite a medida que seguimos deslizando nuestro dedo o nuestro mouse por el feed de noticias. De esta forma nuestro cerebro nunca tiene una pausa y solo la fuerza de voluntad puede hacer que dejemos de mirar la aplicación.
El creador del scrolling infinito se llama Aza Raskin y le explicó a la revista Popular Science que su intención fue hacer más fácil la experiencia del usuario. Sin embargo, hoy lamenta su invención.
Otra forma en que el diseño influye a alimentar nuestra adicción es tirar hacia abajo o apretar para actualizar. El concepto fue creado por Twitter y funciona de manera muy simple: cuando abrimos la red social del pajarito, esta nos muestra la información que miramos la última vez que entramos y tenemos que manualmente tirar o deslizar hacia abajo en nuestro teléfono para actualizar los tweets.
Esta acción es similar a los tragamonedas de los casinos y está estudiado que genera una liberación de dopamina ya que nuestro cerebro anticipa que esa acción nos traerá una recompensa.
Loren Brichter, exingeniero de Twitter, le dijo al diario británico The Guardian en 2017: "tirar para actualizar es adictivo. Twitter es adictivo. Estas no son cosas buenas".
Las notificaciones son otro recurso muy efectivo del diseño adictivo. Hay estudios que muestran que a la mayoría de las personas no les gusta tener cosas pendientes.
Entonces si nuestro celular está lleno de apps con pequeños círculos rojos indicando la cantidad de notificaciones que tenemos sin leer, es probable que en algún momento queramos entrar a ver de qué se trata. Y una vez adentro, también es muy posible que nuestra actividad genere respuestas inmediatas de otros, que a su vez disparen nuevas notificaciones.
Y como podrán adivinar, todo esto afecta nuestra salud mental y principalmente en la de los jóvenes.
Facebook, Youtube, Instagram, Twitter y Snapchat se han vuelto "indispensables" en el día a día de la mayoría de las y los adolescentes y son pocos los que renuncian a tener presencia en alguna de estas redes.
Pero la actividad en estas plataformas les genera depresión, ansiedad, problemas de sueño e inseguridad.
Algunos investigadores incluso creen que las luces LED de estos dispositivos interfieren con los mecanismos cerebrales que producen la melatonina, la hormona del sueño.
La salud mental y el sueño están estrechamente ligados. Dormir mal o poco puede causar depresión y problemas físicos como presión alta, diabetes y obesidad.
¿Pero hay alguna forma de escapar de esta economía de la atención y ser menos adictos?
En principio sí. Los millonarios 'desconectan' a sus hijos adictos a los teléfonos móviles e internet llevándolos a Paradigm, una mansión cercada por jardines y cámaras de seguridad en el punto más alto de una colina, a unos 30 km de San Francisco.La clínica acoge a niños y adolescentes, de entre 12 y 18 años, internados por los padres para dejar la adicción por internet. Paradigm hospeda solo a ocho jóvenes simultáneamente, en internamientos forzosas que duran una media de 45 días, pudiendo llegar hasta los 60 dependiendo del grado de dependencia y factores asociados como la depresión, la ansiedad y la agresividad.
¿Cuánto sale? La módica suma de US$1.633 por noche.
Pero si no querés gastar tanta plata podés descargarte aplicaciones de control de uso del teléfono que ayudan a controlar el nivel de adicción. Sí, estamos hablando de usar el teléfono para dejar de usar el teléfono… raro. Porque el sistema se destruye desde adentro (?)
En el applestore encontramos Moment, una aplicación que ya tiene un tiempo en el mercado y que monitoriza automáticamente todo el uso que hacemos de nuestro iPhone, mostrando después un análisis detallado de lo "rastreado". Moment permite activar notificaciones según distintos umbrales de uso que podemos fijar.
Otra aplicación que realiza un cometido similar es Checky. A diferencia de Moment, que está centrada en recordarnos el tiempo empleado. Con Checky podemos ver cuántas veces miramos el iPhone o celular con Android. Con esto, más allá del tiempo, podremos analizar si desbloqueamos el teléfono de manera compulsiva, o si el recibir innumerables notificaciones tiene un efecto negativo en nuestra productividad. Checky también permite analizar los lugares en los que hemos encendido la pantalla de nuestro teléfono, algo útil si queremos analizar hábitos según localización.
Cada vez son más las personas que admiten tener una adicción hacia el celular. De hecho, existe una palabra para definir el miedo irracional a quedarse sin acceso al celular: nomofobia.
Según un estudio reciente (2016) de la consultoría Dscout -que evaluó el comportamiento de más de 100.000 participantes durante cinco días- tocamos nuestro celular un promedio de 2.617 veces al día. Y los más adictos que son solo el 10%, lo hacen hasta 5.400 veces.
El diseñador austríaco Klemens Schillinger asegura que él mismo sintió esa sensación cuando comenzó a usar su primer smartphone, hace un par de años.
El diseñador creó un teléfono de sustitución.
Se trata de un dispositivo del tamaño de un smartphone promedio que cuenta con cinco versiones distintas y que imita con unas pequeñas bolitas de piedra los diferentes movimientos que hacemos con nuestras manos cuando usamos aparatos inteligentes, como hacer zoom, deslizar el dedo sobre la pantalla o arrastrar objetos.
La inspiración surgió tras ver un documental en el que Umberto Eco, quien estaba tratando de dejar de fumar, se colocaba un palillo de madera en la boca como sustituto.
El resultado, señala, es una "sensación placentera" que proporciona "un pequeño masaje" en los dedos y permite alejar la sensación de ansiedad.
De momento, el dispositivo está disponible por encargo y cuesta en torno a US$200, "aunque me gustaría fabricar algo más asequible", añade.
Durante las comidas, en el trabajo, en la calle, en el transporte, en las reuniones, en las fiestas, cuando estamos solos o acompañados, en algún momento nos hemos visto desde hace algunos años en la necesidad, muchas veces incontrolable, de revisar cualquier pantalla conectada a Internet que satisfaga los deseos de estar “actualizados” de lo que “ocurre” en el mundo. A pesar de que la mayoría de personas saben que todo es una ilusión, el tiempo desperdiciado de nuestras vidas es muy real y concreto.
Por eso, es importante que empecemos a pensar estas cosas y tomar medidas para poder hacer frente a la economía de la atención.
¿Por qué sucede esto? ¿Cómo es que cada vez somos más adictos al celular?
Hay una explicación y diferentes teóricos y economistas lo llaman “la economía de la atención”.
El concepto de economía de la atención aparece por primera vez en 1969 de la mano de un economista llamado Herbert Simon. Él afirma que la creciente abundancia de información genera . Es decir que a mayor información disponible en nuestro alrededor, aumenta el valor que se le da a nuestra atención. Cuando internet se vuelve masivo, la noción de economía de la atención aparece como una categoría central para el análisis económico actual.
En este nuevo contexto tecnológico global, la atención humana produce valor, y por ende el capitalismo comienza a explorarlo para maximizar la ganancia.
Cada vez que revisamos nuestro Instagram o realizamos una búsqueda en Google, estamos trabajando para estas empresas, quienes capitalizan nuestra atención, convirtiéndola en una mercancía y comercializándola.
¿Y esto qué genera? Genera que seamos menos felices y menos productivos que nunca, porque nos convertimos en unos verdaderos adictos a revisar nuestro celular.
La economía de la atención nos roba horas de sueño, de descanso, de vida social y de amor. Y no solo eso, también gana dinero consiguiendo nuestra atención.
Es un modelo de negocio y depende directamente de que instalemos aplicaciones como Instagram, Twitter, YouTube o Tinder. Puede ser que sea a través de nuestro teléfono móvil o nuestro smart tv y la economía de la atención quiere que las usemos el mayor tiempo posible, porque así estás generando datos que les hacen ganar dinero a dichas empresas. Cuanto más atención dedicamos a una aplicación, más datos generamos y más valioso es el banco de datos del que son dueñas esas grandes empresas.
¿Y cómo hacen para que estemos siempre conectados?
Netflix, por ejemplo, tiene muchos recursos para lograr que en vez de ver un capítulo a la semana, como hacíamos antes, veamos toda la temporada en una maratón. Su propio sistema de vigilancia sabe cuánto tiempo pasamos viéndola, dónde la paramos para ir al baño o preparar la cena y cuántos episodios somos capaces de ver antes de quedarnos dormidos. Eso les ayuda a refinar su interfaz.
Otro recurso es el diseño de las aplicaciones, por ejemplo el scrolling infinito, a través del cual tenemos la posibilidad de seguir viendo nueva información sin límite a medida que seguimos deslizando nuestro dedo o nuestro mouse por el feed de noticias. De esta forma nuestro cerebro nunca tiene una pausa y solo la fuerza de voluntad puede hacer que dejemos de mirar la aplicación.
El creador del scrolling infinito se llama Aza Raskin y le explicó a la revista Popular Science que su intención fue hacer más fácil la experiencia del usuario. Sin embargo, hoy lamenta su invención.
Otra forma en que el diseño influye a alimentar nuestra adicción es tirar hacia abajo o apretar para actualizar. El concepto fue creado por Twitter y funciona de manera muy simple: cuando abrimos la red social del pajarito, esta nos muestra la información que miramos la última vez que entramos y tenemos que manualmente tirar o deslizar hacia abajo en nuestro teléfono para actualizar los tweets.
Esta acción es similar a los tragamonedas de los casinos y está estudiado que genera una liberación de dopamina ya que nuestro cerebro anticipa que esa acción nos traerá una recompensa.
Loren Brichter, exingeniero de Twitter, le dijo al diario británico The Guardian en 2017: "tirar para actualizar es adictivo. Twitter es adictivo. Estas no son cosas buenas".
Las notificaciones son otro recurso muy efectivo del diseño adictivo. Hay estudios que muestran que a la mayoría de las personas no les gusta tener cosas pendientes.
Entonces si nuestro celular está lleno de apps con pequeños círculos rojos indicando la cantidad de notificaciones que tenemos sin leer, es probable que en algún momento queramos entrar a ver de qué se trata. Y una vez adentro, también es muy posible que nuestra actividad genere respuestas inmediatas de otros, que a su vez disparen nuevas notificaciones.
Y como podrán adivinar, todo esto afecta nuestra salud mental y principalmente en la de los jóvenes.
Facebook, Youtube, Instagram, Twitter y Snapchat se han vuelto "indispensables" en el día a día de la mayoría de las y los adolescentes y son pocos los que renuncian a tener presencia en alguna de estas redes.
Pero la actividad en estas plataformas les genera depresión, ansiedad, problemas de sueño e inseguridad.
Algunos investigadores incluso creen que las luces LED de estos dispositivos interfieren con los mecanismos cerebrales que producen la melatonina, la hormona del sueño.
La salud mental y el sueño están estrechamente ligados. Dormir mal o poco puede causar depresión y problemas físicos como presión alta, diabetes y obesidad.
¿Pero hay alguna forma de escapar de esta economía de la atención y ser menos adictos?
En principio sí. Los millonarios 'desconectan' a sus hijos adictos a los teléfonos móviles e internet llevándolos a Paradigm, una mansión cercada por jardines y cámaras de seguridad en el punto más alto de una colina, a unos 30 km de San Francisco.La clínica acoge a niños y adolescentes, de entre 12 y 18 años, internados por los padres para dejar la adicción por internet. Paradigm hospeda solo a ocho jóvenes simultáneamente, en internamientos forzosas que duran una media de 45 días, pudiendo llegar hasta los 60 dependiendo del grado de dependencia y factores asociados como la depresión, la ansiedad y la agresividad.
¿Cuánto sale? La módica suma de US$1.633 por noche.
Pero si no querés gastar tanta plata podés descargarte aplicaciones de control de uso del teléfono que ayudan a controlar el nivel de adicción. Sí, estamos hablando de usar el teléfono para dejar de usar el teléfono… raro. Porque el sistema se destruye desde adentro (?)
En el applestore encontramos Moment, una aplicación que ya tiene un tiempo en el mercado y que monitoriza automáticamente todo el uso que hacemos de nuestro iPhone, mostrando después un análisis detallado de lo "rastreado". Moment permite activar notificaciones según distintos umbrales de uso que podemos fijar.
Otra aplicación que realiza un cometido similar es Checky. A diferencia de Moment, que está centrada en recordarnos el tiempo empleado. Con Checky podemos ver cuántas veces miramos el iPhone o celular con Android. Con esto, más allá del tiempo, podremos analizar si desbloqueamos el teléfono de manera compulsiva, o si el recibir innumerables notificaciones tiene un efecto negativo en nuestra productividad. Checky también permite analizar los lugares en los que hemos encendido la pantalla de nuestro teléfono, algo útil si queremos analizar hábitos según localización.
Cada vez son más las personas que admiten tener una adicción hacia el celular. De hecho, existe una palabra para definir el miedo irracional a quedarse sin acceso al celular: nomofobia.
Según un estudio reciente (2016) de la consultoría Dscout -que evaluó el comportamiento de más de 100.000 participantes durante cinco días- tocamos nuestro celular un promedio de 2.617 veces al día. Y los más adictos que son solo el 10%, lo hacen hasta 5.400 veces.
El diseñador austríaco Klemens Schillinger asegura que él mismo sintió esa sensación cuando comenzó a usar su primer smartphone, hace un par de años.
El diseñador creó un teléfono de sustitución.
Se trata de un dispositivo del tamaño de un smartphone promedio que cuenta con cinco versiones distintas y que imita con unas pequeñas bolitas de piedra los diferentes movimientos que hacemos con nuestras manos cuando usamos aparatos inteligentes, como hacer zoom, deslizar el dedo sobre la pantalla o arrastrar objetos.
La inspiración surgió tras ver un documental en el que Umberto Eco, quien estaba tratando de dejar de fumar, se colocaba un palillo de madera en la boca como sustituto.
El resultado, señala, es una "sensación placentera" que proporciona "un pequeño masaje" en los dedos y permite alejar la sensación de ansiedad.
De momento, el dispositivo está disponible por encargo y cuesta en torno a US$200, "aunque me gustaría fabricar algo más asequible", añade.
Durante las comidas, en el trabajo, en la calle, en el transporte, en las reuniones, en las fiestas, cuando estamos solos o acompañados, en algún momento nos hemos visto desde hace algunos años en la necesidad, muchas veces incontrolable, de revisar cualquier pantalla conectada a Internet que satisfaga los deseos de estar “actualizados” de lo que “ocurre” en el mundo. A pesar de que la mayoría de personas saben que todo es una ilusión, el tiempo desperdiciado de nuestras vidas es muy real y concreto.
Por eso, es importante que empecemos a pensar estas cosas y tomar medidas para poder hacer frente a la economía de la atención.
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